Chirola, Copucha y Cuchara, leyendas del circo
Autor: Salomón Manzur
VIE 14 SEP 2018
Con la llegada de septiembre, las carpas multicolores inundan las ciudades. Son más de 60 las compañías que recorren el país, mostrando un oficio que la plataforma Memorias de Tonys rescata.
Chirola, Copucha y Cuchara son los payasos que, junto a Bombín (Pepe Tapia), iniciaron el tránsito de la carpa a las cámaras. En 1969, todos los sábado Televisión Nacional de Chile emitía Teleminimundo, una creación del productor argentino Rodolfo Tosto.
El proyecto Memorias de Tonys (memoriasdetonys.cl), encabezado por Abraham Lillo San Martín (Caluga Junior) y las antrópologas Luisa Urrejola y Macarena Simonetti, rescata las vivencias de los tonys o payasos en su época dorada (de 1940 a 1970). “Si hay algo que hace único al circo chileno son los payasos. Una tradición que se transmite de padres a hijos. Ese universo se está perdiendo, porque ahora los circos tienen entre uno o dos payasos, cuando antes había diez o más”, cuenta Luisa.
Aunque el conocido trío está retirado, actúan para eventos benéficos. Su meta es crear una fundación “para hacer algo que nunca dejamos: la ayuda social a los desvalidos”, señala desde España Eduardo Gonzalez «Chirola»
De la carpa al camión
En Girona, Cataluña, Eduardo González, más conocido como Chirola, vive hace 16 años. Partió porque “la televisión y el espectáculo buscaban la ofensa y descalificación para provocar risas. El humor blanco, no tenía lugar”. Hoy, distribuye mercaderías en España.
En 2015, Caluga Junior lo invitó como jurado a un festival de circo, donde de incógnito calificaba a los payasos. Su hija estaba entre el público ya que recibiría en su nombre un premio. Lo anunciaron, ella se para y él sale. “La impresión fue tremenda, tanto que ella pidió parar el despacho televisivo”, recuerda.
Hijo del Mago Romario, un suboficial de Carabineros, conoció los aplausos de pequeño: su padre lo llevó al “Paseo de los Huerfanitos”, donde como payasito actúo para los niños.
Quería ser químico farmacéutico, pero su padre le consiguió una beca para ingresar a la Escuela de Oficiales de Carabineros. No quiso. Huyó a un circo. Firmó contrato para irse a Perú, Bolivia, Ecuador, Colombia y Argentina, pero como era menor de 21 años, su padre lo tuvo que autorizar, “pero con el compromiso de estudiar en la universidad. Regresé, quería ser payaso, me entendió, pero con el compromiso de que estudiara música, dicción. Y lo hice”, señala.
Mientras trabajaba en el circo Los Delfines de Miami, Tosto le ofreció integrarse a Teleminimundo. “Hicimos de todo. Recuerdo un programa mudo, Las Aventura de Crispín, o Payasos Reporteros, donde explicábamos el porqué de las cosas a los niños”.
Payaso de televisión
Sin el maquillaje que lo hizo conocido, la voz y el porte delatan a Cuchara, Carlos Gajardo. Mientras su madre era nieta del dueño del circo Real Arias, su padre, un ingeniero, no quería que Carlos y sus hermanos fueran circenses, sin embargo la tradición fue más fuerte: “estudie contabilidad, pero me harté y me fui al circo, donde fui payaso, equilibrista, malabarista”, cuenta.
Trabajó como payaso en la televisión peruana y boliviana, antes que los tonys llegaran a las pantallas chilenas. Señala que su generación marcó hitos: “No nos costó saltar a la televisión, estábamos acostumbrados a la presión, a alargar o comprimir rutinas. Estuvimos con Don Francisco, hicimos estelares, convertimos en payasos a las estrellas”.
Hijo de un tragafuegos
La primera vez que Jorge Domínguez, Copucha, se maquilló fue a los 5 años. Debutó en Ñiquén, un pueblito cerca de San Carlos. “Mi papá era tragafuego, tragasables y mago”, señala para referirse a Enrique Domínguez, quien tuvo una carpa que se llamó circo Chile, circo Splendid y circo Reuz.
En esa época había bandas, casi todas integradas por jubilados de regimientos, los que eran “secos para tomar”, recuerda en su casa de La Florida, donde vive con su mujer, Alicia, y cinco perros.
“Fuimos los primeros payasos estables de un programa de televisión, con Bombín y Chirola. Era la época de la televisión en blanco y negro”. Cuchara, quien había trabajado con su padre, se sumó “porque necesitábamos un payaso ‘cascador’, uno chiquito, que se cayera y parara altiro con las cachetadas falsas