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David Larible (IT) en Perú

 

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David Larible (IT) en Perú

 

16-06-2017

David Larible continúa su gira por Sudamérica.

 

 

Solo tres personas han recibido el Clown d’Or [Payaso de Oro] desde que el Festival Internacional de Circo de Montecarlo empezara en 1974. Uno de ellos es David Larible, quien se presentará por primera vez en el Perú entre el 24 y el 31 de julio.
“Si uno cree que por ganar el Clown d’Or no tiene nada más que aprender, está equivocado. Uno puede llamarse artista mientras tenga el deseo de mejorar”, me explica durante nuestra conversación telefónica.
— Usted es la séptima generación de artistas de circo en su familia, era inevitable que se dedicara a esto…
Bueno, sí, vengo de una familia de artistas pero debo aclarar que no todos eran payasos. Mi papá no lo era, él era equilibrista, mi abuelo sí; creo que nos saltamos una generación [risas]. Considero que llevé una vida normal de niño de circo, con todo lo bonito que esto implica pero también con mucha disciplina y el deseo de llegar al escenario siendo payaso, un arte en el que –como siempre digo– es el payaso quien escoge al hombre y no al revés.
— ¿Qué aventuras vive un niño de circo?
En el circo creces con grandes valores, yo jugaba con niños de Marruecos, de China; aprendes a apreciar a las personas por lo que son y a no juzgarlas por su religión, color de piel o lo que sea. Además, está el espíritu de que si quieres llegar a la pista, debes ensayar mucho, te lo tienes que ganar.
— ¿Eso se mantiene en la actualidad o se ha ido perdiendo con el tiempo? 
El espíritu no se ha perdido pero muchas características sí. Desgraciadamente entró la tecnología y la modernidad. Yo recuerdo que después de las funciones nos juntábamos delante de las caravanas para comer todos juntos o alguien sacaba una guitarra y cantábamos. Ahora acaba la función y se ponen delante de un monitor, se ha perdido la convivencia.
— Trabajó con los Hermanos Tonetti, los payasos más importantes de España, ¿qué aprendió de ellos? 
Bueno, de don Pepe [Tonetti] aprendí cómo tomar la vida, de una manera muy alegre, con mucho optimismo. Él era fantástico, verlo cómo trataba a todos, con amistad y cariño, enseñaba mucho.
— Hay un episodio curioso en su infancia. Luego que a su amigo le tiraran una taza de café sobre la cabeza usted se paró y remojó un trozo de pan, desatando carcajadas…
[Risas] Eso es algo que uno lleva dentro, encontrar el chiste en cualquier situación. El payaso no ve la vida como los demás, tenemos otra perspectiva, no vemos lo que es, sino lo que podría ser, buscamos cómo aprovechar una situación para provocar una carcajada.
— Entonces el buen humor no lo mantiene solo en el escenario, debe ser difícil verlo enojado. 
No es imposible verme enojado, recuerda que soy italiano y como buen italiano hago mis rabietas también [risas]. Soy una persona muy calmada, me gusta reír y hacer chistes pero no soy muy fiestero, prefiero un buen restaurante, un buen vino y buena música antes de ir a un club, por ejemplo.
— Cuando le contó a su padre, Eugenio Larible, que quería ser payaso, él se rio y le dijo que “esta es una de las cosas más difíciles, el final de un proceso”. ¿Qué se necesita para hacerlo bien? 
Mi padre me explicó algo fundamental: ponerte una naricita, pintarte un poco y vestirte con trajes largos no te hace payaso. El payaso debe trabajar y estudiar más que todos los del circo. Entonces me metió a estudiar música, danza clásica, empecé haciendo malabarismo, acrobacias, trapecio, muchas cosas. Creo que quería comprobar que no fuera un capricho de niño sino una verdadera vocación. Finalmente todo lo que aprendí pude usarlo en mi vida… bueno, no es verdad. Solo hay una cosa que aprendí pero no me sirvió para nada: el álgebra [risas].
— Sacarle una sonrisa a la gente debe ser uno de los trabajos más complicados del mundo, sobre todo en tiempos como este… 
Justamente en estos momentos es que la gente necesita más de la carcajada. Estamos en un mundo que no es lo que esperábamos, a lo mejor eso es culpa de mi generación que no supo hacerlo mejor. Pero robar sonrisas me sale natural. Por ejemplo, yo no podría ser periodista, lo veo muy difícil, tú puedes escribir naturalmente; a mí esto me sale espontáneo, del corazón, hay mucho estudio y preparación pero finalmente es talento natural.
— ¿Y el público reconoce lo suficiente ese trabajo? 
La verdad, no lo sé. Pero no quiero que el público me adore, me aprecie, ¡no! El público no debe pensar en las horas de sacrificio y ensayo que me tomó, ellos solo deben disfrutar, emocionarse, conmoverse. 
— Woody Allen, Tom Cruise, Francis Ford Coppola y Sandra Bullock. Todos tienen algo en común: son sus admiradores.
Es fantástico cuando están en la sala porque yo también los admiro. Pero, cuando empieza la función, no hay diferencia entre Woody Allen y un niño que fue a verme, ambos tomaron un poco de su tiempo para pasarla conmigo y a ambos se lo agradezco dando lo mejor de mí en el escenario.
— Fue el primer payaso que protagonizó Greatest Show on Earth. ¿Cómo fue aquella experiencia?
Fue un momento que inicialmente no quise vivir, tenía mucho miedo y rechacé el contrato. Mi espectáculo es muy minimalista, yo no uso micrófonos o grandes aparatos, no sabía qué haría en ese monstruo, frente a 16 mil personas. Hablé con Kenneth Feld [dueño del circo Ringling Bros. and Barnum & Bailey] y le dije eso, él me preguntó si confiaba en él. “¡Claro que sí!”, le dije, es uno de los más grandes productores del mundo. Me respondió: “¿Crees que arriesgaría todo este trabajo si tuviera dudas?”. Así me convenció. 
— ¿Por qué habla tan poco en sus espectáculos? 
Si bien el payaso no es un mimo, creo que en este mundo estamos bombardeados de palabras. La gente necesita un acto de calma, en el que alguien diga las cosas sin abrir la boca. Quizá por eso el espectáculo tiene tanto éxito en todas partes del mundo, no tiene barreras de lenguaje ni de edad.
— ¿Cuál ha sido el público más complicado?
Creo que el chino. Se ríen de forma muy particular, casi les da vergüenza y se ponen la mano delante de la boca. Recuerdo que tras mi primera función allá, estaba desmoralizado, pero el director del festival entró a felicitarme, decía que todos estaban locos por mí. Yo no le creía hasta que me dijo: “Acá no tienes que escuchar las risas, debes verlas. Si los ves tapándose la boca es porque se están riendo mucho”. Y así fue [risas].
— En una entrevista dijo que quería seguir en los escenarios hasta los 80 años, ¿sigue pensando eso? 
Yo me voy a quedar hasta el día en que la gente y yo nos divirtamos. Cuando algo de eso falle no tendré razón para continuar en esto.
***
Ficha del entrevistado. 
David Larible, payaso. 
Nací en Verona, Italia, hace 59 años. Estoy casado con la trapecista mexicana Olivera Jiménez y tenemos dos hijos. Recibí el Premio de Plata en el festival de Montecarlo en 1988 y fui el primer no chino en ganar el León de Oro en el festival Wuqiao.

Solo tres personas han recibido el Clown d’Or [Payaso de Oro] desde que el Festival Internacional de Circo de Montecarlo empezara en 1974. Uno de ellos es David Larible, quien se presentará por primera vez en el Perú entre el 24 y el 31 de julio.

“Si uno cree que por ganar el Clown d’Or no tiene nada más que aprender, está equivocado. Uno puede llamarse artista mientras tenga el deseo de mejorar”, me explica durante nuestra conversación telefónica.

— Usted es la séptima generación de artistas de circo en su familia, era inevitable que se dedicara a esto…Bueno, sí, vengo de una familia de artistas pero debo aclarar que no todos eran payasos. Mi papá no lo era, él era equilibrista, mi abuelo sí; creo que nos saltamos una generación [risas]. Considero que llevé una vida normal de niño de circo, con todo lo bonito que esto implica pero también con mucha disciplina y el deseo de llegar al escenario siendo payaso, un arte en el que –como siempre digo– es el payaso quien escoge al hombre y no al revés.

— ¿Qué aventuras vive un niño de circo?En el circo creces con grandes valores, yo jugaba con niños de Marruecos, de China; aprendes a apreciar a las personas por lo que son y a no juzgarlas por su religión, color de piel o lo que sea. Además, está el espíritu de que si quieres llegar a la pista, debes ensayar mucho, te lo tienes que ganar.

— ¿Eso se mantiene en la actualidad o se ha ido perdiendo con el tiempo?
 El espíritu no se ha perdido pero muchas características sí. Desgraciadamente entró la tecnología y la modernidad. Yo recuerdo que después de las funciones nos juntábamos delante de las caravanas para comer todos juntos o alguien sacaba una guitarra y cantábamos. Ahora acaba la función y se ponen delante de un monitor, se ha perdido la convivencia.

— Trabajó con los Hermanos Tonetti, los payasos más importantes de España, ¿qué aprendió de ellos?
 Bueno, de don Pepe [Tonetti] aprendí cómo tomar la vida, de una manera muy alegre, con mucho optimismo. Él era fantástico, verlo cómo trataba a todos, con amistad y cariño, enseñaba mucho.

— Hay un episodio curioso en su infancia. Luego que a su amigo le tiraran una taza de café sobre la cabeza usted se paró y remojó un trozo de pan, desatando carcajadas…[Risas] Eso es algo que uno lleva dentro, encontrar el chiste en cualquier situación. El payaso no ve la vida como los demás, tenemos otra perspectiva, no vemos lo que es, sino lo que podría ser, buscamos cómo aprovechar una situación para provocar una carcajada.

— Entonces el buen humor no lo mantiene solo en el escenario, debe ser difícil verlo enojado. 
No es imposible verme enojado, recuerda que soy italiano y como buen italiano hago mis rabietas también [risas]. Soy una persona muy calmada, me gusta reír y hacer chistes pero no soy muy fiestero, prefiero un buen restaurante, un buen vino y buena música antes de ir a un club, por ejemplo.

— Cuando le contó a su padre, Eugenio Larible, que quería ser payaso, él se rio y le dijo que “esta es una de las cosas más difíciles, el final de un proceso”. ¿Qué se necesita para hacerlo bien?
 Mi padre me explicó algo fundamental: ponerte una naricita, pintarte un poco y vestirte con trajes largos no te hace payaso. El payaso debe trabajar y estudiar más que todos los del circo. Entonces me metió a estudiar música, danza clásica, empecé haciendo malabarismo, acrobacias, trapecio, muchas cosas. Creo que quería comprobar que no fuera un capricho de niño sino una verdadera vocación. Finalmente todo lo que aprendí pude usarlo en mi vida… bueno, no es verdad. Solo hay una cosa que aprendí pero no me sirvió para nada: el álgebra [risas].— Sacarle una sonrisa a la gente debe ser uno de los trabajos más complicados del mundo, sobre todo en tiempos como este… Justamente en estos momentos es que la gente necesita más de la carcajada. Estamos en un mundo que no es lo que esperábamos, a lo mejor eso es culpa de mi generación que no supo hacerlo mejor. Pero robar sonrisas me sale natural. Por ejemplo, yo no podría ser periodista, lo veo muy difícil, tú puedes escribir naturalmente; a mí esto me sale espontáneo, del corazón, hay mucho estudio y preparación pero finalmente es talento natural.

— ¿Y el público reconoce lo suficiente ese trabajo? 
La verdad, no lo sé. Pero no quiero que el público me adore, me aprecie, ¡no! El público no debe pensar en las horas de sacrificio y ensayo que me tomó, ellos solo deben disfrutar, emocionarse, conmoverse. 

— Woody Allen, Tom Cruise, Francis Ford Coppola y Sandra Bullock. Todos tienen algo en común: son sus admiradores.
Es fantástico cuando están en la sala porque yo también los admiro. Pero, cuando empieza la función, no hay diferencia entre Woody Allen y un niño que fue a verme, ambos tomaron un poco de su tiempo para pasarla conmigo y a ambos se lo agradezco dando lo mejor de mí en el escenario.

— Fue el primer payaso que protagonizó Greatest Show on Earth. ¿Cómo fue aquella experiencia?
Fue un momento que inicialmente no quise vivir, tenía mucho miedo y rechacé el contrato. Mi espectáculo es muy minimalista, yo no uso micrófonos o grandes aparatos, no sabía qué haría en ese monstruo, frente a 16 mil personas. Hablé con Kenneth Feld [dueño del circo Ringling Bros. and Barnum & Bailey] y le dije eso, él me preguntó si confiaba en él. “¡Claro que sí!”, le dije, es uno de los más grandes productores del mundo. Me respondió: “¿Crees que arriesgaría todo este trabajo si tuviera dudas?”. Así me convenció. 

— ¿Por qué habla tan poco en sus espectáculos?
 Si bien el payaso no es un mimo, creo que en este mundo estamos bombardeados de palabras. La gente necesita un acto de calma, en el que alguien diga las cosas sin abrir la boca. Quizá por eso el espectáculo tiene tanto éxito en todas partes del mundo, no tiene barreras de lenguaje ni de edad.

— ¿Cuál ha sido el público más complicado?Creo que el chino. Se ríen de forma muy particular, casi les da vergüenza y se ponen la mano delante de la boca. Recuerdo que tras mi primera función allá, estaba desmoralizado, pero el director del festival entró a felicitarme, decía que todos estaban locos por mí. Yo no le creía hasta que me dijo: “Acá no tienes que escuchar las risas, debes verlas. Si los ves tapándose la boca es porque se están riendo mucho”. Y así fue [risas].

— En una entrevista dijo que quería seguir en los escenarios hasta los 80 años, ¿sigue pensando eso?
 Yo me voy a quedar hasta el día en que la gente y yo nos divirtamos. Cuando algo de eso falle no tendré razón para continuar en esto.

Fuente: http://elcomercio.pe/luces/arte/conversamos-mejor-payaso-mundo-dias-presentacion-peru-434770
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