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Cuando los animales dejaron el circo en México

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Cuando los animales dejaron el circo en México

 

15-01-2017

Cynthia Franco era una destacada trapecista. Foto: Calixto N. Llanes.

 

 

Se llamaba Pietro Canestrelli. Y desde hacía cinco generaciones, su familia se había alimentado de la magia circense, de la tensión y belleza de espectáculos aéreos, de los rugidos de leones y tigres, del trote elegante de los caballos, de la nobleza de los elefantes y su áspera piel…
Fue este hombre de más de 80 años y las historias de él y su familia recorriendo Alemania durante la Segunda Guerra Mundial que cambiaron el rumbo de la vida de Cynthia Franco: “Me imaginaba lo que me contaba y venían a mi mente imágenes del circo de los años 50. Pietro murió hace tres años, tenía casi 90”, comenta la trapecista.
Con Pietro, Cynthia aprendió lo necesario para subirse al trapecio en equilibrio, acto que luego fue puliendo de la mano del artista circense Miguel Ramírez, mismo que ha podido ejecutar en compañías a lo largo de toda la República Mexicana y en Estados Unidos, Cuba y Perú.
Cynthia, de 37 años, estudió la carrera de Filosofía en la Universidad Iberoamericana y posteriormente realizó crítica teatral; ya había tomado talleres circenses pero sólo había sido un hobbie. Sin embargo, no fue hasta que llegó a Tijuana donde continúo con sus estudios y conoció a Pietro.
“Había hecho deporte como cualquiera. Tenía experiencia en natación y danza. El circo era una actividad paralela que conforme fue pasando el tiempo, se convirtió en mi actividad profesional. En Tijuana tuve acceso a un lugar donde entrenaba la gente de circo en San Diego. Era el Fern Street Circus, y ahí me iba dos o tres veces por semana. En el fondo ya traes ese sueño pero no siempre lo reconoces. Yo estaba haciendo varias cosas; me había cambiado de carrera y buscaba quién era”, nos dice Cynthia.
“Al final, el grupo tuvo un desacuerdo y me quedé un poco en medio sin saber quién me iba a entrenar, pero ya estaba decidida a que quería irme a un circo. Regresé a la Ciudad de México y busqué en el Atayde (el de la Carpa Astros) la manera de entrar al espectáculo y a alguien que pudiera enseñarme. Y entré… empecé desde abajo, primero como edecán recibiendo a la gente, luego fui bailarina y luego Amazona (montando elefantes)”.
Cuando Cynthia obtuvo el reconocimiento y la confianza de la gente del circo pudo hacer su acto en el trapecio, pero sus ganas de aprender la llevaron a moverse de circo: “Dejé este circo porque encontré a otro maestro, Miguel Ramírez, artista mexicano de segunda generación circense, ahora tiene 87 años. Lo suspendí por año y medio para entrenar y después entré a otro que se llama Circo de los Hermanos Ramos. Luego me fui a otro Circo Atayde (de la familia Medina)”.
La carrera de Cynthia iba viento en popa, hasta hace año y medio, cuando un ley prohibió el uso de animales en los circos y provocó una crisis en la industria.
El declive del Circo en México
Cynthia cree que esta crisis no fue propiamente culpa de las reformas a la Ley General de Vida Silvestre que puso a los animales fuera del circo: “Hubo un descuido de todos”, nos dice la trapecista de manera categórica.
“Yo creo que la decadencia del espectáculo viene de hace 20 años. Vamos a un circo y vemos un espectáculo que no nos deja ni belleza, ni peligro, ni riesgo, ya no nos emociona. La reforma a la ley fue la gota que derramó el vaso. Hubo una baja en el nivel técnico, en la calidad de los espectáculos. Y hubo un desprestigio, por ejemplo, en la limpieza y el aspecto de los lugares a donde se llegaba.
“Por otro lado, cada vez que un circo llega a un pueblo hay que lidiar con una burocracia complicada, con normas que en vez de impulsar, te limitan. Te piden mordidas acá y allá. Y pues con todas estas situaciones se vuelve un gremio vulnerable y fácil de atacar”.
Para Cynthia, la reforma de ley no sólo desbarató un espectáculo, sino una forma de vida: “Estamos hablando de familias de circo, de linajes que se han dedicado a eso durante muchas generaciones. Y por supuesto nadie se hizo cargo de las consecuencias de esa ley. No se consultó al gremio y no se tenía un interés en los animales. Muchos fueron mal vendidos, mal albergados o murieron. (Los legisladores) sólo querían presencia mediática y votos a corto plazo. Eso es muy triste y muy cruel. Dieron el último golpe y quedó impune”.
La ley cambió la idea de lo que entendíamos por circo, aunque Cynthia comenta que en la historia del circo siempre ha habido cambios (los animales se introdujeron en 1768), y no podemos aferrarnos a una idea de circo como la de antes.
Para Cynthia, también debemos tomar en cuenta que en México no valoramos la gran tradición circense de nuestro país: “Cuando lo logremos, sabremos hacia dónde queremos ir. En México no hay una escuela nacional de circo. No hay una institución que haya guardado el conocimiento. Existe una escuela privada que tiene pocos años pero no hay una escuela nacional donde digan ‘vamos a buscar a la gente que desarrolló los mejores actos y vamos a formar gente nueva’. Nos formábamos de manera independiente, por un lado me metí a gimnasia olímpica y luego a ballet y así vas haciendo tu licenciatura, más lo que estudiaste para configurar una visión del mundo y de lo que quieres decir”.
Pese a todo, Cynthia tiene confianza en que se encontrará la manera de revivir el espectáculo luego de que pase esta transición, por lo pronto, a consecuencia del deterioro del circo y los bajos sueldos, planea realizar su propio número de manera independiente.
“Era bellísimo, con caballos, ponis, tigres…; salías de tu remolque y le tocabas la nariz a Icys (un tigre), se repegaba entre los barrotes como un gran gatito… Y despertabas y ahí estaban esos sonidos. Es vida, finalmente son seres que compartían contigo tu día a día. Y estaban ahí y se movían y hablaban y ahora ya no están. Ir al circo ya no es el mismo imaginario”, recuerda.

Se llamaba Pietro Canestrelli. Y desde hacía cinco generaciones, su familia se había alimentado de la magia circense, de la tensión y belleza de espectáculos aéreos, de los rugidos de leones y tigres, del trote elegante de los caballos, de la nobleza de los elefantes y su áspera piel…

Fue este hombre de más de 80 años y las historias de él y su familia recorriendo Alemania durante la Segunda Guerra Mundial que cambiaron el rumbo de la vida de Cynthia Franco: “Me imaginaba lo que me contaba y venían a mi mente imágenes del circo de los años 50. Pietro murió hace tres años, tenía casi 90”, comenta la trapecista.
Con Pietro, Cynthia aprendió lo necesario para subirse al trapecio en equilibrio, acto que luego fue puliendo de la mano del artista circense Miguel Ramírez, mismo que ha podido ejecutar en compañías a lo largo de toda la República Mexicana y en Estados Unidos, Cuba y Perú.

Cynthia, de 37 años, estudió la carrera de Filosofía en la Universidad Iberoamericana y posteriormente realizó crítica teatral; ya había tomado talleres circenses pero sólo había sido un hobbie. Sin embargo, no fue hasta que llegó a Tijuana donde continúo con sus estudios y conoció a Pietro.

“Había hecho deporte como cualquiera. Tenía experiencia en natación y danza. El circo era una actividad paralela que conforme fue pasando el tiempo, se convirtió en mi actividad profesional. En Tijuana tuve acceso a un lugar donde entrenaba la gente de circo en San Diego. Era el Fern Street Circus, y ahí me iba dos o tres veces por semana. En el fondo ya traes ese sueño pero no siempre lo reconoces. Yo estaba haciendo varias cosas; me había cambiado de carrera y buscaba quién era”, nos dice Cynthia.

“Al final, el grupo tuvo un desacuerdo y me quedé un poco en medio sin saber quién me iba a entrenar, pero ya estaba decidida a que quería irme a un circo. Regresé a la Ciudad de México y busqué en el Atayde (el de la Carpa Astros) la manera de entrar al espectáculo y a alguien que pudiera enseñarme. Y entré… empecé desde abajo, primero como edecán recibiendo a la gente, luego fui bailarina y luego Amazona (montando elefantes)”.
Cuando Cynthia obtuvo el reconocimiento y la confianza de la gente del circo pudo hacer su acto en el trapecio, pero sus ganas de aprender la llevaron a moverse de circo: “Dejé este circo porque encontré a otro maestro, Miguel Ramírez, artista mexicano de segunda generación circense, ahora tiene 87 años. Lo suspendí por año y medio para entrenar y después entré a otro que se llama Circo de los Hermanos Ramos. Luego me fui a otro Circo Atayde (de la familia Medina)”.

La carrera de Cynthia iba viento en popa, hasta hace año y medio, cuando un ley prohibió el uso de animales en los circos y provocó una crisis en la industria.

El declive del Circo en México

Cynthia cree que esta crisis no fue propiamente culpa de las reformas a la Ley General de Vida Silvestre que puso a los animales fuera del circo: “Hubo un descuido de todos”, nos dice la trapecista de manera categórica.
“Yo creo que la decadencia del espectáculo viene de hace 20 años. Vamos a un circo y vemos un espectáculo que no nos deja ni belleza, ni peligro, ni riesgo, ya no nos emociona. La reforma a la ley fue la gota que derramó el vaso. Hubo una baja en el nivel técnico, en la calidad de los espectáculos. Y hubo un desprestigio, por ejemplo, en la limpieza y el aspecto de los lugares a donde se llegaba.

“Por otro lado, cada vez que un circo llega a un pueblo hay que lidiar con una burocracia complicada, con normas que en vez de impulsar, te limitan. Te piden mordidas acá y allá. Y pues con todas estas situaciones se vuelve un gremio vulnerable y fácil de atacar”.

Para Cynthia, la reforma de ley no sólo desbarató un espectáculo, sino una forma de vida: “Estamos hablando de familias de circo, de linajes que se han dedicado a eso durante muchas generaciones. Y por supuesto nadie se hizo cargo de las consecuencias de esa ley. No se consultó al gremio y no se tenía un interés en los animales. Muchos fueron mal vendidos, mal albergados o murieron. (Los legisladores) sólo querían presencia mediática y votos a corto plazo. Eso es muy triste y muy cruel. Dieron el último golpe y quedó impune”.

La ley cambió la idea de lo que entendíamos por circo, aunque Cynthia comenta que en la historia del circo siempre ha habido cambios (los animales se introdujeron en 1768), y no podemos aferrarnos a una idea de circo como la de antes.

Para Cynthia, también debemos tomar en cuenta que en México no valoramos la gran tradición circense de nuestro país: “Cuando lo logremos, sabremos hacia dónde queremos ir. En México no hay una escuela nacional de circo. No hay una institución que haya guardado el conocimiento. Existe una escuela privada que tiene pocos años pero no hay una escuela nacional donde digan ‘vamos a buscar a la gente que desarrolló los mejores actos y vamos a formar gente nueva’. Nos formábamos de manera independiente, por un lado me metí a gimnasia olímpica y luego a ballet y así vas haciendo tu licenciatura, más lo que estudiaste para configurar una visión del mundo y de lo que quieres decir”.

Pese a todo, Cynthia tiene confianza en que se encontrará la manera de revivir el espectáculo luego de que pase esta transición, por lo pronto, a consecuencia del deterioro del circo y los bajos sueldos, planea realizar su propio número de manera independiente.

“Era bellísimo, con caballos, ponis, tigres…; salías de tu remolque y le tocabas la nariz a Icys (un tigre), se repegaba entre los barrotes como un gran gatito… Y despertabas y ahí estaban esos sonidos. Es vida, finalmente son seres que compartían contigo tu día a día. Y estaban ahí y se movían y hablaban y ahora ya no están. Ir al circo ya no es el mismo imaginario”, recuerda.

Fuente: http://eleconomista.com.mx/entretenimiento/2017/01/11/cuando-animales-dejaron-circo
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